Raúl Wiener
16/setiembre/2012
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columnistas-y-colaboradores/de-color-modesto_120208.html
En el mismo país en el que todos nos conmovimos ante el brutal ataque de una banda de “marcas” en el llamado “zanjón”, que dejó parapléjica a una pequeña niña, y en el que nos indignamos ante el vil atentado contra la familia del congresista Reggiardo en San Borja, que por un milagro logró que las balas no tocaran a su hija, debería sorprendernos que la mayoría de medios haya tomado al paso lo ocurrido con la niña Zoraida Caso de 8 años acribillada, según las evidencias, por las denominadas fuerzas del orden, en medio de la confusión creada por la irrupción de los uniformados en la perdida localidad de Ranrapata, en la provincia de Huancayo. He revisado los titulares e informaciones del viernes y del sábado y parece que más importancia que esta tragedia absurda la tuviera un emplazamiento de Rafael Rey a Diego García Sayán sobre los indultos de principios de la década anterior, o la apelación de pleno derecho que hace la Reniec al fallo pro-revocatoria de la alcaldesa de Lima de la nueva mayoría del JNE.
También los políticos, apristas, Fujimoristas, pepecistas y otros, han puesto énfasis en la parte del “aprovechamiento político”, la foto y todo eso, pero han insistido en la tesis de que no se debe mover la cuestión de la responsabilidad militar que va desde el llamado trabajo de inteligencia previo, los objetivos de la operación, la forma de intervención y la información a sus superiores sobre lo ocurrido con la niña baleada. Hay ahí responsables, y si nos atenemos a las palabras del presidente, son esos los que no deben ser encubiertos y deben ser sancionados. Lamentablemente para algunos una muerte tan remota y de un color tan modesto (como diría Ribeyro), puede pasarse a las páginas interiores para ver cuál es el destino de los ministros. La indignación de otras veces casi no se siente en las mismas personas que se molestan cuando les dicen que redujeron el problema de la guerra interna a Tarata y a las molestias que sintieron por los apagones y los coches bomba cuando vivían en Lima, y que sienten especial antipatía cuando la CVR les recuerda que el escenario central del conflicto fue el campo y sus víctimas los más pobres del país.
A veinte años de la captura de Abimael Guzmán que ha sido motivo de gran celebración, con medio mundo queriendo apropiarse de la hazaña, resulta doloroso en extremo pensar que en Ranrapata no se sienten tan vencedores porque ahí siguen viviendo la guerra como una clara desconfianza del Estado hacia los hombres de poncho, las mujeres de polleras y aún sobre sus hijos, a los que un general importante describió como futuros guerrilleros. Alguien ha descrito los hechos de Ranrapata como un segundo capítulo del drama de Kepashiato. Pero en este último lugar los caídos fueron Policias y soldados enviados sin un plan a enfrentar un enemigo escondido en la selva. Ahora la víctima es solo una niña a la que se le cortó el futuro de un solo tajo. Y esta es una prueba tremenda para los peruanos que tenemos que aprender que estas cosas no se pueden silenciar, ni pasar por agua tibia. Allá los políticos avestruces que dicen que no hay que hablar porque se está investigando. Hay que hablar y bien fuerte, para que en Ranrapata sepan que aquí los sentimos nuestros y no los abandonamos.
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